Definiremos el “Efecto Pygmalión” como la práctica en la que el alumno mejora en su desarrollo académico cuando el profesor muestra una confianza en que lo hará bien. Es decir, cuanto mayor sea la confianza depositada en que nuestro alumno realizará las cosas bien, mayor será su implicación, esfuerzo, y por consiguiente, mejor será su resultado.
Teniendo en cuenta las teorías conductuales, podemos ver que el refuerzo positivo del alumno a través de la confianza y la exigencia (siempre razonable) deriva en modificaciones de la conducta positivas, pues el resultado obtenido será mejor. Por el contrario, si el profesor realiza refuerzos negativos a través de conductas negativas como el criticismo excesivo, derivará en un condicionamiento conductual negativo, produciendo así, un mal resultado académico, este efecto es conocido como “Pygmalión negativo”.
En numerosas ocasiones esto se pone de manifiesto en el aula. Los alumnos que reciben un mayor apoyo emocional y educativo, los que mas interrelacionan con el profesor son los que desarrollan una conducta más proclive al trabajo, consiguiendo así mejores resultados académicos. Por el contrario, alumnos que no establecen relación con el profesor, o que la misma es infructuosa, derivan en un menor interés de la asignatura, de su formación y por tanto, de sus resultados.
Profesionalmente nos encontramos con estos casos en todas las aulas; alumnos que se frustran ante la imposibilidad de realizar actividades e incluso comprender algunos aspectos de la asignatura; y está claramente demostrado que cuando el profesor se implica con el alumno y le alienta a trabajar en ello pacientemente, al final el alumno consigue su objetivo, mejorando así su rendimiento.
Cuando analizamos los efectos del Pygmalión no podemos limitarnos a la relación alumno – profesor, ya que el profesor trabaja con un grupo, y a su vez el profesor “sufre” un propio efecto Pygmalión en si mismo, mejor será el resultado y la autoestima del profesor cuando mejor sean los resultados de su grupo y cuanto más crean los alumnos en él. Para ello analizaremos los efectos a tres niveles diferentes:
Nivel Individual: El rendimiento del alumno y su desarrollo académico son el objetivo de cualquier profesor. Como docentes y a través de esta teoría hemos de analizar la situación de cada alumno, para poder reforzar su confianza y aptitud en el mejor sentido, ya que cada individuo posee personalidad y entornos ambientales completamente diferentes.
Nivel Grupal: Hemos de ser conscientes de que la individualidad es necesaria, pero trabajamos con un grupo. El docente ha de estudiar a su grupo, ya que ambos se influyen mutuamente. Aquí deberían identificarse que actividades y técnicas son las que potencian la autoestima grupal. El alumno se encuentra muy identificado con su grupo, y se siente parte de él, por lo que un refuerzo positivo grupal hace que cada alumno se sienta una parte importante y necesaria de la actividad desarrollada en grupo, que no es otra sino el curso escolar.
Nivel docente: En primer lugar el docente ha de establecer unas expectativas para su grupo y sus individuos, ya que estas son las que marcarán las pautas a seguir para sacar el mejor rendimiento escolar.Asimismo el propio profesor debe trabajar su propio efecto pygmalión personal, pues éste no deja de ser una relación entre dos individuos (o varios), por lo que el profesor mismo se verá afectado.
Para poder desarrollarlo, es imprescindible que el profesor y a principios de curso, se esfuerce en conocer los intereses, las pretensiones, las posibilidades, así como los defectos y dificultades que pueda encontrar durante el curso tanto a nivel grupal como individual. Un buen análisis, permitirá desarrollar más fácilmente estrategias de motivación a los alumnos.
Asimismo, y una vez realizado dicho análisis el profesor ha de fijarse unas expectativas a realizar con el grupo. Cuanto más favorables sean nuestras expectativas, mejores resultados obtendremos. Asimismo esas expectativas han de ser razonables, y han de ser expectativas en las que el propio profesor tenga confianza. Cuanto mayor sea nuestra confianza, mejor será nuestra relación con los alumnos y mayor resultado tendrá nuestro trabajo. Si un profesor no cree en esas expectativas será incapaz de transmitir positivismo y alentar a sus propios alumnos,
Esa expectativas se podrían transmitir:
Estableciendo una relación cordial con el alumno, en el que se favorezca la comunicación.
A través de lenguaje no verbal que haga que el alumno se sienta cómodo y reforzado: gestos, miradas, asentimientos, tonos de voz, sonrisas…
Detección de casos especiales, alumnos más retraídos, tímidos, con dificultad para expresarse, para participar…
Saber alentar y hacer partícipes a los alumnos, preguntándoles más, haciéndolos partícipes de sus opiniones…
Saber elogiar los resultados obtenidos, un refuerzo positivo es el mejor de los recursos que podemos aprovechar
Es innegable que «Efecto Pygmalión» y autoestima están estrechamente relacionados, pues, es a través de la potenciación de ésta última, como mejoraremos el rendimiento escolar.
Entendemos la autoestima como la visión general que una persona tiene de sí misma, pero esta visión no es meramente individual sino que nace del fruto de la relación del individuo con su entorno y de lo que recibe de ésta misma relación, ya sean efectos negativos como positivos.
Por lo tanto, podemos dividir la autoestima a tres niveles específicos, los cuales vamos a relacionar con el ámbito educativo:
El autoconcepto social, que no es sino la relación que la persona tiene con las personas de su entorno. Es decir, la relación que el alumno mantiene con sus compañeros de clase y con su profesor. Este tipo de autoconfianza es muy importante al trabajar con alumnos adolescentes, ya que el grupo es su punto de referencia emocional. La necesidad de ser aceptados y entendidos por el grupo es un punto clave en su autoestima.
El autoconcepto emocional, o cómo reaccionar emotivamente ante diversas situaciones. El alumno, ante diferentes retos educativos puede reaccionar negativamente e incluso verse superado por la tensión que le producen las actividades de clase, y no sabe cómo ha de trabajar sus emociones para superar el reto que se le presenta, sintiéndose así desbordado por la misma.
El autoconcepto físico, las habilidades y la apariencia física. Consideremos que este punto es importante para alumnos adolescentes, ya que volvemos a relacionarlo con el primero; la necesidad de ser aceptados socialmente, hará que sientan reforzada su autoestima.
Para ser un «pygmalión positivo» es de vital importancia que un profesor sepa reconocer la autoestima negativa de sus alumnos. La relación entre autoestima negativa y bajo rendimiento escolar está demostrada. El alumno está situado en un contexto donde su valía personal depende mayoritariamente de su resultado
académico. La presión que su entorno ejerce sobre estos resultados a veces puede afectar negativamente la autoestima del alumno ya que consideran que sus malos resultados son consecuencia de ellos mismos, llegando a pensar que su mejora y valía no pueden mejorar. El alumno asume que es incapaz de avanzar y mejorar sus resultados académicos y deja de trabajar en ellos, ya que no cree en su capacidad y aptitud para ello.
Para reconocer esta autoestima negativa el docente ha de prestar especial atención al lenguaje no verbal del alumno, ya que éste es sumamente importante en la manifestación de emociones y estados de ánimo.
Comportamientos como excesiva autocrítica, indecisión, autoculpa exagerada, miedo al fracaso, al desagrado e incluso la hostilidad y la apatía son claros síntomas de una autoestima negativa por parte del alumno.
Hemos de tener en cuenta que la autoestima va forjándose a lo largo de nuestra vida, pero la adolescencia es una de las fases más críticas en el desarrollo de la misma, por lo que el apoyo social que necesita en este punto de su formación es mayor, y tendremos que prestar más atención a la misma.
En definitiva, si queremos ser un «pygmalión positivo» hemos de ser punto clave en el
desarrollo del curso. Si el profesor cree y confía en sus alumnos los resultados académicos se verán reforzados de manera positiva. Para ello, seremos nosotros los encargados de trabajar y alentar a los alumnos a través de actitudes positivas y creando un ambiente en el que predominen los siguientes factores:
Retos alcanzables, ya que el alumno podrá descubrir su capacidad de trabajo y perseverancia.
Permisividad con el error; el alumno ha de comprender que el error no es sinónimo de fracaso, sino una oportunidad para aprender algo.
Respeto por el alumno; ya que es él mismo el que debe aprender a respetarse a él, y a los demás.
Relación cordial con el profesor; cuando profesor y alumno trabajan con respeto y cordialidad el desarrollo y la autoestima aumentan, y así lo hacen los resultados finales.
Disciplina; es importante que existan unas normas que deban seguirse por todos los alumnos, ya que la carencia de ellas no hace más que confundir al alumno.
Disfrutar de los éxitos, ya que un mensaje de éxito y una actitud de alabanza hacia el alumno, no hacen más que potenciar la autoestima y el desarrollo escolar del alumno.
Artículo escrito por Almudena Pontes, profesora de inglés en B&P