Como profesores lo primero que debemos asumir es que no lo sabemos todo. Que podemos aprovechar los conocimientos de los compañeros; y que lo que nos funciona en unos momentos determinados, y que es perfectamente válido, y una enseñanza eficaz, no necesariamente tiene porqué ser lo que nos dé resultado en otras ocasiones. O por el contrario, puede ser que nuestra experiencia se convierta en la clave para ayudar a un compañero que se encuentra un poco perdido en un momento dado.
Durante el mes de abril las compañeras de la academia hemos asistido a serie de conferencias ofrecidas por Cambridge (Cambridge Experience), una serie de exposiciones en las que distintos ponentes nos han explicado sobre sus experiencias en la educación, temas que les han resultado positivos, actividades que les han funcionado con los estudiantes.
Durante una de las charlas, una de las expositoras, Jane Delaney nos relató una fábula sobre el INFIERNO: el infierno, nos dijo, se puede describir como una persona hambrienta delante de un suculento plato de sopa…. y una largíiisima cuchara necesaria para comer esa sopa, que sólo se puede tomar usando la cuchara…Pero la persona hambrienta que va al infierno no puede alcanzar a comerla, con la largíiiisima cuchara no llega a coger la sopa y acercársela a la boca… Y esa persona se desespera de hambre sin poder probar este manjar que tiene delante…Ese es el infierno: tener los instrumentos al alcance de la mano y no poder usarlos….¿Y el CIELO? , nos preguntamos…El cielo es el mismo escenario, un enorme y aromático, sabroso plato de sopa para el hambriento. Pero, entonces… ¿Cuál es la diferencia?, uno se cuestiona…Y la respuesta es sencilla: En el cielo hay DOS personas…y una alargará la cuchara a la otra, para que pueda saciar su hambre…Y esta a su vez ayudará a su compañero a saciar la suya…
Lo que puede ser una atmósfera monótona y negativa, puede sin embargo convertirse en un ambiente enriquecedor en el que los compañeros compartan ideas y se sientan contentos y participativos. Todos tenemos conocimientos y experiencias que nos permiten hacer aportaciones valiosas, y la mano que en un momento tendemos a un compañero, puede ser una ayuda que este compañero nos acerca cuando somos nosotros los que estamos perdidos.
Claro que tenemos que dejarnos aconsejar del conocimiento de los compañeros, y por supuesto que podemos adaptar esos consejos y sabidurías a nuestras necesidades inmediatas, que para eso conocemos a los alumnos que tenemos delante de nosotros y sus necesidades. Y agradecerlo, siempre ser agradecidos porque antes que nosotros alguien nos ha guiado el camino. Y esa persona que nos ha ayudado a encaminarnos, ha colaborado a que otro profesor aproveche su potencial y ponga su granito de arena en la formación de un alumno que conseguirá posiblemente grandes cosas…
Los profesores tenemos que ser HUMILDES, y abiertos a colaboraciones con compañeros de camino en el mundo de la Educación. Y con esa humildad reconocer lo bueno que nos pueden aportar los compañeros, para entre todos colaborar y poder hacer de la enseñanza algo enriquecedor para nuestros alumnos y también para nosotros mismos.